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Maserati Shamal
Maserati, en evocación de tiempos pasados, ha creado un súper deportivo de motor potentísimo. La marca del tridente ha hecho honor a su tradición con el Shamal, un verdadero viento de energía.
Trescientos veintiséis caballos de potencia escapan del motor con ocho cilindros en V y doble turbocompresor desarrollado por el ingeniero Giordano Casarini. Este propulsor convierte al Shamal en uno de los automóviles más veloces fabricados en la actualidad.
Cuando el motor V8 comienza a emitir su música, bien amortiguada, eso sí, por los silenciosos, la persona situada ante el volante ignora la magnitud de la furia mecánica desatada. El acelerador comienza a dar órdenes al motor nada más insertar la primera y las respuestas son inmediatas. No existe el habitual vacío de potencia de los motores sobrealimentados.
La aguja del cuentarrevoluciones se dirige con decisión hacia la línea de las cuatro mil revoluciones por minuto, el caudal de energía se convierte en un río de potencia poco antes de alcanzar ese punto, cuando el turbocompresor marca su ley. El motor se estira hasta las siete mil revoluciones por minuto sin ningún esfuerzo, instante en que se produce el corte de la inyección Weber Marelli.
Los trescientos veintiséis caballos de potencia entran en juego de forma casi instantánea; incluso en tercera velocidad se notan los esfuerzos de las ruedas traseras para transmitir toda esa energía al asfalto y llegan a derrapar. Las huellas de neumático sobre la carretera son pruebas irrefutables de impresionante capacidad de aceleración atesorada por el Shamal.
El Maserati alcanza los cien kilómetros por hora en menos de seis segundos y cubre el kilómetro con salida parada en poco más de veinticinco segundos. Las cifras hablan con contundencia. Las recuperaciones de velocidad son, también, excelentes. En cuarta se necesitan cinco segundos para pasar de ochenta a ciento veinte kilómetros por hora, con el motor a un régimen superior a las cuatro mil revoluciones por minuto. La misma operación se realiza en poco más de ocho segundos cuando se rueda en quinta y en poco más de nueve segundos cuando se marcha en sexta. El verdadero empuje se produce en estas marchas, en el momento que los turbocompresores comienzan a soplar con todas sus fuerzas, momento en que se ha superado la barrera de las cuatro mil vueltas.
Con estos datos es posible pensar que se habla de un coche preparado para rodar en un circuito, el único marco capaz de poner de relieve todas las prestaciones permitidas por el motor. Esta mecánica de ocho cilindros en V también sabe mostrarse suave y dócil. Es cuestión de dosificar la presión sobre el acelerador con sumo cuidado. La respuesta progresiva de los dos turbos permite dosificar el flujo de potencia con toda precisión. La conducción del Shamal no plantea ningún problema ni en medio de las mayores congestiones de tráfico.
El chasis del último Maserati descubre, de inmediato, el trabajo esmerado hecho sobre las suspensiones. La nobleza de reacciones del conjunto y la eficacia de su comportamiento sobre firme en buenas condiciones son las cartas credenciales del Shamal. El Maserati mantiene la trayectoria marcada, sin desviarse ni un milímetro, cuando avanza a todo ritmo por autovías o autopistas, aunque el viento lateral sople con fuerza. Al rodar sobre firmes irregulares y con la suspensión electrónica en su posición más dura, deberemos sujetar el volante con más fuerza. La dureza de suspensión se regula electrónicamente desde el espacio habitable, a través de un interruptor colocado en la consola central con cuatro posiciones diferentes. El aceite llega al amortiguador a través de unas válvulas magnéticas en un intervalo de sólo trescientas milésimas de segundo, lo que permite el cambio inmediato de la rigidez del conjunto.
El tren delantero del Shamal se inscribe milimétricamente en las curvas, por el punto indicado por el conductor. El Maserati sólo muestra cierta ligereza del tren posterior cuando se pisa el acelerador con decisión con el motor lanzado a más de cuatro mil revoluciones por minuto. El tren posterior comienza a competir con el delantero en una carrera de velocidad que agradará a los conductores amantes de las sensaciones deportivas. Ese coletazo del tren posterior se controla sin problemas con un leve movimiento del volante al tiempo que se dosifica la aceleración. Los gigantescos neumáticos Michelin MXX traseros, de medida 245/45, se funden de inmediato con el suelo. El diferencial autoblocante “Ranger” se muestra muy efectivo. Un buen conductor sacará el máximo provecho de esta situación para divertirse plenamente. La carrocería casi no muestra ninguna inclinación lateral, sobre todo al elegir la posición más dura de las suspensiones. Los cambios de apoyo constantes, impuestos por carreteras repletas son asimilados a la perfección por el Shamal, lo que permite rodar a un ritmo muy rápido con absoluta confianza.
· E. Asensio (AUTO 1 nº 112, Octubre 1991)
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