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Talbot Samba Rallye
La tradición de Talbot en promoción deportiva se remonta a los tiempos de los Simca Rallye y a los desafíos que lanzaron a tantos pilotos al estrellato en rallye y montaña. Hoy día, y hasta que el Peugeot 205 comience a dar guerra, es el pequeño Samba el que lleva la antorcha de esta tradición y en particular con su versión más potente, el Samba Rallye pensado para una conducción rápida.
Un nombre ya indica la finalidad para la que ha sido creado. Por supuesto que, tal cual está, necesita de una serie de retoques y aditamentos para poder competir, aunque sea en grupo N. Retoques previstos en el anexo J del código deportivo y aditamentos que mejoren algunos de los aspectos, un tanto descuidados de esta versión.
El equipamiento de serie es mínimo, sin duda pensando que el potencial cliente, decidido a darle una utilización en competición lo aligerará y equiparará a su gusto. Talbot se limita a ofrecer el producto en bruto, que es, básicamente, una carrocería Samba y un motor alimentado por dos carburadores de doble cuerpo, con un árbol de levas de cruce más apropiado. En la caja de cambios no hay ninguna novedad, salvo la utilización de un grupo más corto.
El conductor cuenta con lo indispensable para realizar su labor: un asiento bastante envolvente a pesar de su pequeño tamaño, un volante —eso sí, de postura, dimensiones y tacto adecuados— y un tablero de instrumentación equipado con velocímetro, termómetro de agua y nivel de gasolina (ni manómetro de aceite ni voltímetro) y un cuentavueltas casi de juguete.
Para la visibilidad hacia adelante se cuenta con unos potentes faros halógenos, y los «limpias» barren con dos velocidades el parabrisas laminado. Hacia atrás ya no hay tan buena visión: sólo un retrovisor exterior y una luna trasera sin resistencia desempañante ni limpiaparabrisas contribuyen bastante poco a este respecto, sobre todo en días lluviosos.
Los puristas de alma espartana disfrutarán de este vehículo, pues no hace más concesión a lo mundano que las prestaciones de su motor. Motor, por cierto, enrevesado de cables y tubos, para gozo de los mecánicos manitas.
Está claro que este coche no ha sido diseñado para un uso multivalente y muchos menos como vehículo familiar. En su exiguo maletero cabe apenas la rueda de repuesto, sujeta a las perforaciones de la chapa desnuda con un pulpo de goma.
El motor, como los antiguos deportivos, es de una puesta a punto realmente difícil. El ralentí igual sube que baja, y en frío, dada su rica carburación, arranca siempre a la primera, sin siquiera tirar del starter en caliente ya es más complicado, hay que pisar a fondo e insistir con el motor de arranque, sin cejar hasta que comienza la ignición.
EN ALTAS REVOLUCIONES EL SAMBA RALLYE VUELA
Dadas las características de este motor, donde rinde realmente es en la gama alta de revoluciones. Desde el primer momento hay que tirar de vueltas, tal es su poca elasticidad. El par máximo lo da nada menos que a 5400 rpm y la potencia máxima a 6700. A estos regímenes el Samba Rallye prácticamente vuela, pero, por contra, no tiene bajos. Las recuperaciones son lentísimas y es preciso realizar continuos cambios de marcha para un buen aprovechamiento.
La frenada es fabulosa, buena contrapartida a las elevadas prestaciones y el bastidor también se encuentra a la altura de las circunstancias: tanto suspensión, dirección y ruedas se adaptan perfectamente a una conducción rápida, proporcionando agarre y estabilidad tanto en curvas como en marcha recta.
DATOS TECNICOS Y PRESTACIONES
· Fuente: C. M. (AUTOMOVIL nº 74, Marzo 1984)
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